Elsa Bornemaa
“¿ Qué vas a ser cuando seas grande?”, me pregunta todo
el mundo. Y aparte de contestarles: “Astrónomo” (o
“colectivero del espacio”…, porque nunca se sabe…), tengo
ganas de agregar otra verdad: “Cuando sea grande voy a tratar
de no olvidarme de que una vez fui chico.”
Recuerdo que –cuando aún concurría al jardín de infantes–
mi tía Ona me contó un cuento de gigantes. Después me
mostró una lámina en la que aparecían tres y me dijo:
–Los gigantes sólo existen en los libros de cuentos.
–¡No es cierto! –grité– ¡El mundo está lleno de gigantes!
¡Para los nenes como yo, todas las personas mayores son
gigantes!
A mi papá le llego hasta las rodillas. Tiene
que alzarme a upa para que yo pueda ver el
color de sus ojos… Mi mamá se agacha para
que yo le dé un beso en la mejilla… En un
zapato de mi abuelo me caben los dos
pies… ¡Y todavía sobra lugar para los pies
de mi hermanita!
Además, yo vivo en una casa hecha
para gigantes: si me paro junto a la mesa
de la sala, la tabla me tapa la nariz…
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