Laura Devetach con
ilustraciones de Sergio Kern.
El hombrecito verde
de la casa verde del país verde tenía un pájaro. Era un pájaro verde de verde
vuelo. Vivía en una jaula verde y picoteaba verdes verdes semillas. El
hombrecito verde cultivaba la tierra verde, tocaba verde música en su flauta y
abría la puerta verde de la jaula para que su pájaro saliera cuando tuviera
ganas. El pájaro se iba a picotear semillas y volaba verde, verde, verdemente.
Un día en medio de un verde vuelo, vio unos racimos que le hicieron esponjar
las verdes plumas. El pájaro picoteó verdemente los racimos y sintió una gran
alegría color naranja. Y voló, y su vuelo fue de otro color. Y cantó, y su
canto fue de otro color.
Cuando llegó a la casita verde, el hombrecito verde lo
esperaba con verde sonrisa.–¡Hola, pájaro! –le dijo. Y lo miró revolotear sobre
el sillón verde, la verde pava y el libro verde. Pero en cada vuelo verde y en
cada trino, el pájaro dejaba manchitas amarillas, pequeños puntos blancos y
violetas. El hombrecito verde vio con asombro cómo el pájaro ponía colores en
su sillón verde, en sus cortinas y en su cafetera.–¡Oh, no! –dijo verdemente
alarmado.Y miró bien a su pájaro verde y lo encontró un poco lila y un poco
verde mar.–¡Oh, no! –dijo, y con verde apuro buscó pintura verde y pintó el
pico, pintó las patas, pintó las plumas.Pero cuando el pájaro cantó, no pudo
pintar su canto. Y cuando el pájaro voló, no pudo pintar su vuelo. Todo era
verdemente inútil.
Y el hombrecito verde dejó en el suelo el pincel verde y la
verde pintura. Se sentó en la alfombra verde sintiendo un burbujeo por todo el
cuerpo. Una especie de cosquilla azul.
Y se puso a tocarla
flauta verde mirando a lo lejos. Y de la flauta salió una música verde azul
rosa que hizo revolotear celestemente al pájaro.
Bueno
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